Y no, no soy una persona muy religiosa.

Justo ayer platicaba con una amiga sobre la diferencia entre religión y espiritualidad. Yo personalmente creo en Dios pero no tengo mucha afinidad con la iglesia o con sus “rituales” (no sé si hay otra forma de llamarles). Digo, si tuviera que ponerme una etiqueta forzosamente sería “católica sin ejercer” porque el vínculo que tengo se enfoca más bien en Dios.

¿Por qué creo en Dios? Porque tengo muchos motivos para hacerlo. La mayoría son convicciones propias que realmente podrían tener muchas otras explicaciones, pero yo elegí dárselas a Dios. Además, creo que hablar con una deidad es hablar con nosotros mismos, por eso recurro mucho a la oración.

Orar para mí es conocerme más. Saber exactamente qué está pasando por mi cabeza, es platicar sin miedo a tener un rechazo. Y tal vez estás pensando que para eso existen precisamente las terapias, pero esto es distinto (sí, también he ido con una psicóloga, entiendo la diferencia).

Hacer oración no tiene que ser precisamente repetir esos versos que nos enseñaron desde pequeños. No significa que tienes que hincarte enseguida de tu cama y juntar tus manos frente a tu cara. Orar es algo más allá de cumplir un protocolo religioso o un estándar de palabras.

Incluso como comunicóloga te puedo decir que es una herramienta para comunicarnos con nosotros mismos. Ni siquiera tienes que pronunciar las palabras, en tu mente puedes hacerlo. También te puede servir escribir (justo lo que estoy haciendo jaja), la oración no solo es el Padre Nuestro ni se hace solo en la iglesia, orar es compartir, es abrirnos y es querer ser mejores.

Ojo: hacer oración no es una lista de deseos. No es recitar todo lo que queremos que se cumpla. Realmente es una charla, y en esa plática hay comentarios de ida y vuelta, pero… ¿Quién me contesta si no puedo escuchar a Dios? Tú mismo(a), de ti vienen las respuestas. A la mejor no inmediatas, pero tarde o temprano las tendrás.

Tampoco es obligación. Si no quieres orar, no pasa nada. No hay una lista de asistencia que debas cumplir, no es manda. Dios no impone reglas, esas las eliges tú.

La oración es un espacio tuyo, y está bien si decides compartirlo, pero sigues siendo tú quien decide cómo y cuándo orar. Lo más padre de todo es sentirte arropado(a) por una serie de deducciones que vienen después de rezar. A fin de cuentas, es escucharnos a nosotros mismos, incluso las cosas que no queremos ni pensar.

Rezar sí me ha hecho más fuerte, más certera en mis decisiones, más reflexiva e, incluso, más filosófica. Y debo aceptar que no siempre lo hago contenta. A veces he hecho oración enojada, molesta, triste…. y no significa que después cambie mi estado completamente, pero todo lo malo que tenemos está mejor afuera de nosotros que adentro.

No sé si te gusta hacer oración pero te comparto que yo lo considero un recurso muy útil. Así como el ejercicio, como la música o mi podcast, te paso el tip de lo que a mí me ha servido porque tal vez a ti te pueda ayudar. Rezar es algo súper personal, no hay un instructivo, pero sí te puedo decir que una vez que aprecias su valor, se vuelve un buen hábito.

Originally posted 2020-12-03 23:49:19.

Published by Ileana Caschi

Comunicóloga. 30 años. Slytherin. Comparto contenido sobre comunicación y finanzas personales. Si deseas contactarme puedes hacerlo por aquí mismo. Un gusto tenerte por mi blog ¡Gracias por leer!